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DIAMOND PADEL
LA PECULIAR HISTORIA DEL DIAMANTE
“¿Te parece normal que se rompa una pala al mes de comprarla?”
La historia comienza así. Después de escuchar a muchos clientes decepcionados con su nueva pala, decidimos crear nuestra propia marca de palas. Debería ser lo bastante buena como para que ningún cliente quedara descontento, al menos por este motivo.

Por aquel entonces trabajábamos reparando palas, y ya habíamos adquirido una más que envidiable experiencia en arreglos y pintados de las palas recompuestas. Todo este conocimiento del interior, la estructura y ensamblado del producto, nos permitiría más tarde realizar un desarrollo de producto excelente.

“¿Por qué no hacemos palas?”

Nos planteamos entonces crear una marca que no decepcionara al cliente. Pero el reto no era nada sencillo. Supondría realizar una gran inversión de tiempo y de dinero. Deberíamos crear un producto desde cero, porque hasta ahora habíamos reparado y reconstruido palas destrozadas pero que aún conservaban el esqueleto.

Ahora sería diferente. Sabíamos muy bien qué hacer, pero nos enfrentábamos un gran cómo. Y al final resultaría ser un reto mucho más largo, duro y complicado de lo que esperábamos. Aunque ha valido la pena, y mucho.

“Tenemos que hacer las palas más resistentes.”
Nuestro origen en el sector de la reparación de palas nos obligaba a crear un producto realmente resistente. Además, teníamos que cumplir expectativas: nuestros clientes confiaban plenamente en nosotros como reparadores, y esperaban que el producto que desarrolláramos fuera al menos tan duro como el más duro del mercado. Vamos, que había que estar al nivel.

Realmente nadie mejor que nosotros podía hacer un producto tan resistente, puesto que sabíamos por dónde se rompían todas las palas y, en consecuencia, podríamos reforzar las zonas críticas.

Y así lo hicimos.

“¿Qué nombre le ponemos?”
Parecía inevitable el nombre que le íbamos a dar a la marca. Cuando nos pusimos a ello, sencillamente pensamos en algo que transmitiera dureza. Nos preguntábamos ¿qué es lo más duro? Y en un instante surgió Diamond, como primera y única opción.

“¿Dónde las hacemos?”
Teníamos la opción de fabricar en China, porque entonces estaba de moda, o bien, hacerlo nosotros mismos.

En principio, la opción de fabricar en el extranjero parecía lo más sencillo y seguro, puesto que la empresa sería fabricante de palas y sabrían cómo hacerlo. Sin embargo, la idea de no estar presente en el desarrollo del producto nos producía cierta inseguridad y falta de control sobre el resultado final y la calidad que íbamos buscando. Además, el proveedor exigía una “cantidad mínima”, que para nosotros resultaba desorbitada.

Así pues, para conseguir la calidad de producto que deseábamos, debíamos hacerlo por nuestra cuenta y con nuestra gente. Elegimos el camino más complicado y más largo, pero el único que nos garantizaba obtener un producto realmente bueno.

“Benditos proveedores.”
Contábamos con los mejores proveedores de materiales, ya que muchos de ellos coincidían con los de tejidos y resinas con los que reparábamos las palas. No obstante, debíamos hacer algo diferente a todo lo que había en el mercado. Y para ello necesitábamos una fórmula propia.

Concretamente, para el corazón de nuestras palas, probamos infinidad de espumas, goma eva… y así hasta 14 proveedores distintos, que nos enviaron sus materiales para formar parte de nuestro sistema. Pero nada. Hasta que al final acertamos con uno, que nos obligó a realizar una compra mínima: una enorme y costosa montaña de espuma. Para seguir adelante tuvimos que apretarnos mucho el cinturón y cruzar los dedos. Pero ya estábamos completamente convencidos de que nuestras Diamond tendrían éxito.

“Por favor, no me plagies todavía.”
Ya teníamos un producto acabado, muy digno y a buen precio. Habíamos tomado todas las precauciones a nivel de marca, registro, constitución de la empresa, asesores, imagen corporativa, presencia online y legislación industrial. Además de la propia autofinanciación y el reparto de tareas entre los socios.

Acabábamos de iniciar las primeras acciones de comercialización de las primeras palas, con una web modesta… cuando la Oficina de Patentes y Marcas (OEPM) nos informa de que alguien pretendía registrar una marca muy parecida a la nuestra. ¡M*****! Pero presentamos nuestros argumentos y, ante tal detección de plagio, la OEPM suspendió la otra marca a todos los efectos.

Y nosotros pudimos seguir avanzando con el mismo espíritu ganador, positivo y optimista del que gozábamos al principio.

“Todo el mundo está haciendo palas.”
Este comentario lo escuchamos cientos de veces a jugadores, profesores, profesionales, encargados de tienda e incluso responsables de otras marcas. Cada vez que les hablábamos de Diamond, decían lo mismo.

La frase, tan afortunada como alentadora, la recibimos con filosofía. Porque si la situación era tal y como la describían, entonces nuestro reto sería aún mayor. Al igual que la satisfacción de lograrlo.

“Comprarás y venderás, pero nunca fabricarás.”

La guinda la pondría un viejo anciano del barrio, que acostumbraba a visitar nuestro taller, pasando por la puerta en busca de un rato de charla con jóvenes. Un día, harto de escuchar nuestras quejas sobre las dificultades por las que atravesábamos, se despidió así: “Si queréis que os de mi opinión, he trabajado muchos más años que vosotros y como empresario os puedo decir que el secreto del negocio se resume en la siguiente frase: comprarás y venderás, pero nunca fabricarás”.

Lo que faltaba. Aquellas palabras nos dejaron a todos perplejos. De nuevo y por momentos tuvimos que hacer un esfuerzo para encajarlo, sin dejar de respetar la opinión de aquel personaje, cuya larga experiencia le había llevado a pensar así.

Por suerte, ya no vivimos en su época. Ahora tenemos un mercado mucho más accesible: por Internet. A través de la DiamondStore, nuestras palas llegan a cualquier país, hasta las personas que les gusta el pádel y quieren disfrutar con una buena herramienta. Aficionados y profesionales pueden comprar y recibir su pala directamente en su domicilio.

Muchas gracias a todos los que habéis puesto alguna flor o alguna piedra en nuestro camino, sin vosotros no lo habríamos conseguido.


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